A Coruña es una cantina auténtica, alegre y profundamente humana. Toma su nombre de la provincia más importante de Galicia: A Coruña (en gallego, “a” significa “la”), un guiño inmediato a España que marca el espíritu del lugar. Es un espacio para relajarse, probarlo todo, brindar y repetir en una esquina de Versalles, donde la cocina española se mezcla con la calidez del barrio y la mesa siempre invita a compartir. La carta gira en torno a la cultura del tapeo, pero sin limitarse conviven bocados con platos de distintas regiones —pinchos de raíz vasca, pan con tomate de aire catalán e incluso aparece la milanesa de peceto, ese guiño porteño que no podía faltar— bajo una premisa simple: comida  sencilla, sabrosa, familiar y cercana, para acompañar con unas “cañas” (cerveza), sidra o un buen vermut.

Al frente del proyecto están Carolina Giuliani y su esposa, Vanina Heredia , quienes decidieron apostar por primera vez al rubro gastronómico, impulsadas por la afición que siempre compartieron por la cocina, especialmente la española. Todo comenzó como un deseo profundamente personal: tras el nacimiento de su primera hija, buscaban un proyecto propio que les permitiera equilibrar la vida familiar con un trabajo significativo, lejos de las rutinas largas de oficina. La idea inicial era abrir un café pequeño,  pero ese deseo incipiente terminó convirtiéndose en una cantina con identidad propia. A Coruña abrió el 18 de septiembre y rápidamente caló en el barrio. El objetivo es ampliar ese alcance y fortalecer el vínculo en horarios más tempranos, instalando la costumbre española de picar y brindar desde las 18 hs.

La cantina se reconoce desde la esquina, con una fachada cálida en ocre dorado y tipografías rojas que remiten a los bares españoles de toda la vida. Las puertas de vidrio con marcos en rojo rústico reciben al visitante como quien abre la puerta de una casa conocida. Adentro, las paredes replican la misma paleta de colores y abrazan el salón con cuadros y pequeños objetos que funcionan como guiños a Galicia, entre ellos platos souvenir con mapas, escudos y paisajes, así como abanicos con bailarinas de flamenco. Todo se integra en un clima sencillo pero, sobre todo, cálido. La vereda tiene un protagonismo equivalente al interior. Por la noche, las mesas de madera se extienden hacia afuera y la esquina se convierte en una postal viva, con conversaciones que se alargan, copas que tintinean, tapas que van y vienen, y ese ritmo dinámico que aparece cuando la calle y la cantina se funden en una sola escena. El espacio cuenta con 60 cubiertos, 40 dentro del salón, incluyendo seis lugares en la barra, y 20 plazas en el exterior.

Picoteo y clásicos que reconfortan

El menú está pensado para reunir platitos al centro de la mesa y compartir. Se divide en bocados en formato tapa, media ración y ración, lo que permite probar más recetas sin forzar el bolsillo. El picoteo incluye opciones frías como boquerones en aceite, ensalada rusa, jamón crudo curado 12 meses o mejillones con pimentón, y otras calientes que ya son sello del lugar, como las rabas —tiernas y crocantes, que se volvieron un clásico inmediato—, las gambas al ajillo, las croquetas de pescado y langostinos, los buñuelos de espinaca, el raxo gallego con papas y la tortilla rellena de provoleta y cantimpalo  —otro de los grandes hits —, servida babé por defecto aunque puede pedirse en el punto deseado. También se suman platos reconfortantes como huevos rotos con morcilla, albóndigas con huevo frito, pollo al verdeo con papas y una milanesa de peceto a la napolitana que nació como alternativa ATP y terminó siendo un éxito también en el take away.

El costado más informal aparece en los pinchos , con combinaciones como cantimpalo al vino tinto con ajíes en vinagre, boquerones con ají y aceitunas verdes, mejillones al verdeo con papas cubo y ralladura de limón, anchoas con manteca y cítricos o chorizos a la sidra con morrones asados y queso sardo. Los bocatas refuerzan la impronta relajada del lugar: sándwich de rabas con alcaparras y alioli, de jamón crudo con tomate y aceitunas negras, de tortilla con chistorra o de buñuelos con morrones y mayonesa de pimentón, todos servidos con papas fritas.

En el apartado de principales se lucen los arroces, con opciones con mariscos, arroz negro con vieras, langostinos y morcilla, y la paella de la casa.

La propuesta de bebidas acompaña la cocina, con opciones como cerveza tirada, sidra y un capítulo clásico de aperitivos con Vermut La Fuerza Blanco con soda o tónica, Campari con naranja, Cynar con pomelo y Fernet Branca con Coca-Cola. La carta reúne vinos tradicionales y accesibles —López, Traful, Rincón Famoso, Montchenot— que maridan el tapeo con naturalidad.

Los postres, entre ellos peras al vino tinto con crema cítrica, arroz con leche, y el clásico queso y dulce de batata, junto al café, cierran el recorrido.

A Coruña aspira a convertirse en parte de la rutina de Versalles, esa esquina donde se cae sin plan, el servicio es cercano y siempre hay algo sabroso para compartir.

A Coruña – Cantina española
Irigoyen 1801, Versalles.
Horario: de lunes a viernes de 18 a 00 h y sábados y domingos de 12  a 16 y 18 a 00. Servicio de take away. Instagram: @acorunacantina